Y antes todo era más simple, éramos personas de mentira, niños azules en el fuerte sol, jugando a pelear, pretendiendo ser gigantes. Más simple, porque llegaba la hora de parar, de escuchar a los grandes y bajar a comer, dejar juguetes tirados en el piso, que te esperarían hasta mañana, reír tan fuerte que caerías rendido porque ya eran las ocho de la noche y tu frágil existencia te exigía renovación, un sueño dulce e ingenuo. Pero, si regresara, si todo empezara de nuevo, ¿te encontraría nuevamente? La duda si el universo fuera tan generoso se hace más fuerte, inclemente, nadie dice nada, ahora nadie dice nada. Sólo tú que me sonríes a diario, que me llamas con ese timbre de voz conocido, que me saludas y disfruto cuando tus mejillas se tuercen forjando una sonrisa sincera al verme, que mi mano al estrechar la tuya la reconoce, que estás en ojos atentos a lo que hago, a lo que digo, que te ríes de mi manera de tratar de llamar la atención, y estuviste siempre en mi hermana, en mi amigo, en mi amante, en cada persona que pronuncia mi nombre, con naturalidad, con costumbre. Simple validación de existencia y que me motiva a levantarme, ponerme un disfraz a diario, pero mi piel envejece y mis ojos se secan. Si todo empezara de nuevo, todo empezaría de nuevo, pero… ¿valdría la pena?...
y un suave susurro en mi mente me da a entender que “sí, también valdría la pena”
y un suave susurro en mi mente me da a entender que “sí, también valdría la pena”
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