Me había mandado un mensaje de texto para decirme que iba a llegar cinco minutos tarde, eso trajo al suelo el mito de la puntualidad Inglesa, que era algo que me había estado preocupando ya que, muy fiel a la hora peruana, salí algo tarde y muy apurado de casa. Felizmente llegué a la hora acordada, demostrándole a Tom que los peruanos podemos ser puntuales, incluso más que un Inglés (el primer sorprendido fui yo). Por fin llegó, y después de muchas disculpas de su parte fijamos que hoy primaría el español puesto que para eso había venido Tom a Lima, a aprender el idioma y empezar un viaje por toda América, trabajando en programas de voluntariado. Muchas veces había escuchado ese tipo de planes: dejar todo y viajar de ciudad en ciudad por todo el mundo, y luego de decirle sinceramente que sentía mucha envidia de poder hacer eso, recibí la misma respuesta que me dieron varios amigos viajeros: si quieres hacerlo, ¡hazlo!
Buscamos algún sitio para poder conversar. Tom me comentó que él de inglés tenía poco ya que no tomaba Té ni era esclavo del reloj, lo cual trajo a mi mente su tardanza y bajo mi nueva política de decir lo que pienso se lo comenté, lo cual desencadenó muchas carcajadas. Acordamos que una cervecita sería genial y terminamos en un bar cerca al parque central de Miraflores. Hacía frío pero una cerveza helada seguía siendo una buena idea, así que pedimos un par y seguimos conversando. Una de las cosas que me ha llamado la atención al entablar amistad con personas de otro país, es que no somos tan diferentes. Claro que es obvio y que al final todos somos humanos (¿o dancers?) pero es la idea que tienes cuando ves a alguien de otro país, tan lejano, tan foráneo y hasta diferente; eso cohíbe y hasta causa complejos en la gente; tal vez es el idioma lo que a veces nos separa, pero en este caso no lo fue. Por ejemplo, él creció muy lejos, con una reina en su país y con climas extremos; nosotros con terrorismo, apagones y con climas sencillos, pero me sentí muy cercano a sus historias, tal vez hubiera reaccionado de la misma manera; pude sentirme identificado y de alguna manera parte de algo mucho más grande. Lo mismo me pasó con Brandon, Sharon y Jen, y me hicieron comprender que no importa donde crezcas, todos somos iguales.
Buscamos algún sitio para poder conversar. Tom me comentó que él de inglés tenía poco ya que no tomaba Té ni era esclavo del reloj, lo cual trajo a mi mente su tardanza y bajo mi nueva política de decir lo que pienso se lo comenté, lo cual desencadenó muchas carcajadas. Acordamos que una cervecita sería genial y terminamos en un bar cerca al parque central de Miraflores. Hacía frío pero una cerveza helada seguía siendo una buena idea, así que pedimos un par y seguimos conversando. Una de las cosas que me ha llamado la atención al entablar amistad con personas de otro país, es que no somos tan diferentes. Claro que es obvio y que al final todos somos humanos (¿o dancers?) pero es la idea que tienes cuando ves a alguien de otro país, tan lejano, tan foráneo y hasta diferente; eso cohíbe y hasta causa complejos en la gente; tal vez es el idioma lo que a veces nos separa, pero en este caso no lo fue. Por ejemplo, él creció muy lejos, con una reina en su país y con climas extremos; nosotros con terrorismo, apagones y con climas sencillos, pero me sentí muy cercano a sus historias, tal vez hubiera reaccionado de la misma manera; pude sentirme identificado y de alguna manera parte de algo mucho más grande. Lo mismo me pasó con Brandon, Sharon y Jen, y me hicieron comprender que no importa donde crezcas, todos somos iguales.
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