Una mañana en que una mujer sacudía la almohada para quitarle la funda de la habitación de sus patroles, cayó una pistola y se disparó al chocar contra el suelo, y la bala desbarató el armario del cuarto, atravesó la pared de la sala, pasó con un estruendo de guerra por el corredor de la casa vecina y convirtió en polvo de yeso a un santo de tamaño natural en el altar mayor de la iglesia , al otro extremo de la plaza.
La gente en la calle escuchaba los destrozos sin saber lo que ocurría, la bala rozó la oreja de una beata desgarrando su velo, atravesó un puesto de fruta y siguió su camino con tal determinación que parecía disfrutar su libertad. Asustó un par de niños como un zumbido de abejorro, auyentando a los pájaros a su paso hasta llegar al cementerio del pueblo depositándose en una la lápida de mármol donde una mujer sollozaba sobre la tumba de su esposo. Al estruendo la mujer gritó horrorizada desvaneciéndose sobre las flores que había llevado. El rostro de la mujer estaba pálido y algo verdoso cuando llegaron a auxiliarla, trataron de reanimarla y de pronto despertó dando una bocanada de aire; empezó a temblar y a mirar con ojos desorbitados a su alrededor, asustada y con la voz entrecortada; lo único se le entendía era: “FUE COMO AQUELLA VEZ, cuando… cuando el murió!!
1 háblame:
asu! que horrible! (la historia, porque la entrada esta chevere!)
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